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viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidad

Empezamos las fiestas navideñas. Es un buen momento para reflexionar sobre su origen religioso, cuya esencia sobrepasa al cristianismo. Ha sido la fiesta del solsticio de invierno, del nacimiento de la luz, del sol. Ha sido la fiesta de la esperanza de un mundo mejor, de la edad de oro. Hemos celebrado el nacimiento mesiánico, la grandeza de la inocencia infantil, la maternidad milagrosa. Nos hemos deseado los mejores deseos, que son, en esencia, un mundo y una vida llenos de valores.
Ahora esta celebración original está en crisis por renovación. Una alternativa es la fiesta del consumo obsceno que castiga el hígado, el estómago, el bolsillo. Otra alternativa es la fiesta invernal per se, sin mayor sentido. Pocos valores positivos contienen. Mientras triunfan estas versiones, duermen a la intemperie bastantes personas cuya pobreza no les da para enterarse de la fiesta. Tenemos millones de parados a los que cuesta llegar a fin de mes y hasta empezarlo. Tenemos parejas que se odian a muerte, familias rotas, peleas de jóvenes… Y la fiesta pasa sin atender a la dura realidad.
Frente a la fiesta de la ignorancia y del olvido, la Navidad merece ser el tiempo para la reflexión, el tiempo para la compasión, el tiempo para la atención. Es una oportunidad para la observación de lo que queda por mejorar en nosotros mismos y en los demás. Es un momento para el esfuerzo solidario, para la convivencia en paz, para el cariño. Podemos sacar el niño que hay en nosotros, ese que vive la vida con naturalidad, sin prejuicios, con alegría. Y no olviden preguntarse: ¿qué navidades están aprendiendo nuestros jóvenes?
ALFONSO ALCALDE

Resurrección ética

Hoy nos centramos en palabras del sesudo Edgar Morin. Dice que en el concepto de desarrollo sostenible hay un fondo ético. El trasfondo ético viene de una preocupación, no sólo para las otras sociedades y para el planeta, sino también denota una preocupación ética para generaciones futuras.
Se deben integrar los mejores rasgos del concepto de desarrollo para una generación ética, pero integrarla con un concepto más amplio, más generoso que podríamos llamar una política de civilización. Solidaridad y responsabilidad son las dos fuentes primeras de la ética, la otra es la comprensión del uno hacia el otro. La resurrección ética necesita eliminar la idea cerrada de desarrollo. No basta dulcificarla con el desarrollo sostenible.
Estamos frente a un complejo problema: organizar la convergencia de las diversas vías que lleven a la resurrección o al desarrollo de la ética. En primer lugar, debemos integrar lo mejor de la civilización occidental (los derechos humanos del hombre y la mujer, la democracia). Pero frente a la democracia está la autonomía individual para eliminar lo peor: la hegemonía del provecho.
Hay que superar la ética egocéntrica con una ética para la sociedad, que se necesita sobre todo en las sociedades democráticas y con una ética para la humanidad, que hoy es muy importante porque ahí está en juego el destino de la humanidad. Todo nos lleva a hablar del camino de la necesaria reforma educativa. Debemos reeducar a los educadores. La educación corta en pedacitos los componentes del saber y hay que darles un sentido global y solidario. También hace falta una racionalidad autocrítica.
ALFONSO ALCALDE

Violencia de género

Este martes, 25 de noviembre, hemos celebrado el día contra la violencia de género. Es un terrible problema que afecta a familias de cualquier ámbito social y lugar. En nuestro centro educativo, en nuestro barrio, podemos tener un caso así. El hecho extremo es el asesinato; pero el daño físico y psicológico a miles de mujeres es tan extenso como intenso.
Es necesario que nos replanteemos la educación que inculcamos a niñas y niños. Hace falta liberarla de estereotipos sexistas que encorsetan a mujeres y hombres, mostrar nuevos modelos de relaciones, basadas en la comunicación y en la resolución pacífica de conflictos.
La educación para la igualdad debe priorizar la coeducación. La sensibilización y la prevención deben ser prioritarias para los políticos. Tenemos a Miguel Lorente en ello.
El problema es, en realidad, bastante complejo. Creemos que es el síntoma más doloroso del cambio crítico que está experimentando nuestra sociedad y que es un precio que estamos pagando por acabar con el machismo patriarcal que crearon las sociedades neolíticas. Debemos caminar hacia una sociedad moderna donde el valor de la igualdad sea fundamental. Pero igualdad no quiere decir que todos seamos clones y borregos, sino que como seres dignos y libres sepamos convivir en paz y armonía. Para ello hace falta una pedagogía del amor. El potencial amoroso del individuo está tapado muchas veces por su odio a sí mismo y su destructividad, consciente o inconsciente. Vivimos una crisis de relaciones afectivas que se mejoran con terapia. Esta realidad nos lleva a defender que hoy debemos conjugar terapia y educación.
ALFONSO ALCALDE

Reeducación del inconsciente

La pedagogía necesita de la psicología para que los docentes y los alumnos maduren y armonicen su mente. Hace falta un trabajo personal para nuestra mejora. Y los adultos no podemos tener la soberbia de considerar que ya hemos terminado de aprender, de madurar.
Propongo un trabajo poco común, pero importante para esta mejora psicológica que defiendo. Conocemos por el psicoanálisis que es necesario limpiar el inconsciente. Es como perdonarse uno mismo los pecados, si hacemos una aproximación cristiana a este reto.
Antonio Blay, un genio español de la pedagogía y la psicología, propone dos trabajos específicos. El primero es que yo cambie las ideas que tengo en el inconsciente. La segunda parte es que yo liquide todas las situaciones que han quedado pendientes en el inconsciente.
Nuestro inconsciente es como nuestra personalidad infantil. Ella es la que ha aceptado unas ideas aprendidas de pequeño que son básicas para las demás ideas que hemos ido adquiriendo con el tiempo. La mentalidad infantil persiste y actúa en nuestro fondo. Y no nos conoceremos bien hasta que no reconozcamos esas ideas profundas. Y en ellas siempre hay miedos y unas ideas incompletas producto de nuestra inmadurez. El trabajo base es relajarse y buscar un estado mental profundo. Dirigiéndonos a ese niño, le podemos decir con mucha calma que nosotros no somos él, sin más argumentos. Esto debe repetirse varias veces y tiene otros aspectos más complejos. Es un trabajo de meses. Puede sonar raro; pero, cuando consigamos la separación de ese niño que en el fondo creemos ser, habremos dado un gran paso para la madurez.
ALFONSO ALCALDE

Cambiar el mundo

El entusiasmo generalizado por la elección de Barak Hussein Obama como el primer presidente de los Estados Unidos de América que integra un cruce de culturas y de etnias nos puede llevar a la ilusión razonable de que algo importante ha cambiado en el país más poderoso del mundo y que este cambio puede repercutir en el resto del mundo.
Pero un cambio para mejorar el mundo, para evolucionar la humanidad no se consigue de la noche a la mañana ni por real decreto. Tiene que ser un cambio de mentalidad, por convencimiento, por influencia de los mejores. La crisis financiera y económica se origina y alimenta por una crisis de confianza, una crisis psicológica, una crisis histórica.
En Estados Unidos demostraron esta semana que muchos millones han mejorado, han dejado atrás los prejuicios raciales, se han contagiado de la ilusión por un mundo mejor. Éste es el logro de un político intercultural y pedagógico, que ha enseñado a su pueblo a soñar despiertos.
El cambio no se puede conseguir sin una mejora de la educación. No podemos esperar sentados y cruzados de brazos a que los tiempos mejoren, a que los políticos lo arreglen. Todos podemos mejorar y tenemos que cambiar. Es nuestro reto vital. Sin la evolución de cada uno es imposible. Sin el compromiso con la sociedad, con nuestros hijos, con nuestros alumnos no lo conseguiremos. Cambiemos la educación para cambiar el mundo. Tenemos que hacerlo todos, padres, docentes, políticos. Con todos es posible.
En el futuro comprobaremos que la educación fue clave y que los pueblos que lucharon por mejorarla fueron los primeros que alcanzaron la tierra prometida.
ALFONSO ALCALDE

Solidaridad en Secundaria

Escribíamos hace unos meses que la comprensión crítica de la realidad social es necesaria para los adolescentes. Estamos viviendo unos momentos donde el sistema capitalista está sufriendo una crisis mundial que ha llegado a la España real, la de las familias y las empresas, de una manera dura, que en algunos casos es ya dramática. Las noticias hablan casi todos los días de la quiebra de una empresa, de los problemas de las familias para llegar a fin de mes, de los problemas de poder pagar la hipoteca, hasta de poder comer.
Para cualquier educador sensible al mundo ésta es una oportunidad especial para educar en la solidaridad. Hay que huir de la pereza y del conformismo, de las excusas que nos inventamos para no comprometernos, para no compartir. Primero deben hacerlo los profesores y padres que todavía no sean realmente. Luego hay que aplicarlo a los alumnos y a los hijos.
En toda la Secundaria podemos trabajar con materiales de los medios de comunicación, de internet y con las historias reales de los problemas que estén viviendo en el propio hogar, en las casas de algún familiar, un vecino o conocido. No será difícil encontrar noticias escritas y anécdotas para ilustrar las dificultades económicas y las consecuencias psicológicas que conllevan. Dedicar alguna clase de sociales, de tutoría, de educación para la ciudadanía a tratar estos problemas económicos puede ser muy enriquecedor y puede ayudar a despertar a la generación de la Play de esos mundos fantásticos, donde se viven unos problemas ridículos al lado de los reales. Incluso podemos atrevernos a criticar este capitalismo.
ALFONSO ALCALDE

Pedagogía de la dificultad

Generalmente cuando alguien no consigue lo que quería lo llamamos fracaso y la reacción típica es la frustración. Un ejemplo podría ser que nuestra fundación acaba de enterarse de que Celtas Cortos no puede venir el día 10 al concierto en valores que estábamos organizando. En el mundo educativo hablamos del fracaso escolar y de estudiantes que suspenden, que repiten, que no terminan los estudios.
Detrás de este problema existe una serie de causas. Hoy queremos centrarnos en la falta de una pedagogía para afrontar y superar las dificultades, para evitar la frustración. Parece que las nuevas generaciones no están educadas para los problemas porque consiguen casi todo lo que quieren con relativa facilidad. Esto es típico de sociedades con buen nivel económico. Sin embargo, los padres y los profesores sabemos que la vida está llena de dificultades y más en momentos como los actuales.
Debemos hacer una pedagogía de la dificultad, educar en el esfuerzo, en la fuerza de voluntad. Merece la pena porque las dificultades son un reto y una oportunidad para el crecimiento personal. Casi todos los problemas tienen solución. Casi todas las dificultades, aunque al final parezcan un “fracaso”, permiten una salida, una oportunidad de mejorar, de que los objetivos se cumplan, aunque no lo haya conseguido a la primera. En este sentido, suspender y repetir no son un fracaso, son una oportunidad para poder aprender más y mejor. No acabar los estudios es una oportunidad para acceder a al mundo laboral y hacer algo que te gusta. En fin, todo depende de cómo los supuestos fracasados aprendan a enfocar las dificultades.
ALFONSO ALCALDE

OCDE y reto educativo

Conocidos los resultados del Informe Panorama de la Educación. Indicadores de la OCDE, dado a conocer este martes, desde la Fundación para una Educación en Valores pedimos a todas las Administraciones Educativas que intenten enfrentarse con la realidad sin buscar justificaciones históricas ni de otro tipo. Sin el reconocimiento de la situación real de la educación española, los políticos no pueden dar soluciones efectivas.
Los datos son contundentes y tozudos: el fracaso escolar continúa avanzando en España. Si hace unos días, un estudio cifraba en un 30’8% el fracaso escolar en la Educación Secundaria Obligatoria (con un dato sobre el que conviene reflexionar: el fracaso escolar de los chicos es un 14% superior al de las chicas), el informe de la OCDE dice que sólo el 72% de los jóvenes españoles de 18 años tiene el título de Bachillerato, frente al 86% de media de los países de la OCDE.
Parece conveniente una mayor apuesta hacia los estudios de Formación Profesional, en especial hacia la FP de Grado Medio. Prestigiar sus enseñanzas contribuiría de una manera muy determinante a solucionar muchos problemas relacionados con el fracaso escolar en la Secundaria.
También es necesario incrementar la inversión en educación. Con ella podemos aumentar los medios destinados a la formación del profesorado, una de las claves para la mejora de cualquier sistema educativo. Y la formación no sólo es de actualización académica y técnica sino también de crecimiento personal. Si no somos maestros de nuestra vida no podemos enseñar algo que merezca la pena a los alumnos. Estamos ante un gran reto de futuro.
ALFONSO ALCALDE

La educación puede vencer a la posmodernidad

La Fundación para una Educación en Valores empieza el nuevo curso con renovadas ilusiones. Sabemos que en estos momentos de crisis, de cambio, la imaginación es más importante que el conocimiento, tal y como dijo Einstein. Imaginemos, pues, una sociedad mejor. Para este reto secular, estamos convencidos de que la educación es fundamental.
La actual fase de desarrollo cultural de nuestras sociedades capitalistas, liberales y democráticas ha sido reconocida por muchos como “postmodernidad”. El punto central se articula en torno al “individuo”. Pero este individuo posmoderno ha salido defectuoso. Él es el centro de deseos, en busca de satisfacciones inmediatas, indiferente al vínculo social. La persona prolonga la situación más primitiva de su vida: la infancia. Los deberes se dirigen a uno mismo, sin escucha de la realidad, y por tanto, se es irresponsable frente al mundo. Abunda la inmadurez egoísta.
Desde la impregnación de la mentalidad de consumo, del usar y tirar, se derivan unos modos en los que establecemos la relación con los otros, generando un proceso denominado “cosificación del vínculo”. Vivimos así, cada vez más, en una sociedad de “zapping” a todos los niveles. Nos van convirtiendo en seres cada vez más inestables y aturdidos, sin vínculos sólidos y perdurables.
Así pues, esta sociedad posmoderna necesita unos valores universales que la humanicen y la hagan evolucionar hacia una sociedad utópicamente ética. La pedagogía y los centros educativos pueden y deben ir por delante de los tiempos y “matar” a la estrella de la posmodernidad.
ALFONSO ALCALDE

Desprendimiento

El desprendimiento es un valor virtuoso que sorprende. Los padres aceptamos que los pequeños sean egoístas y no compartan sus cosas. Es un error. A los dos y tres años los niños crean la conciencia de su yo. Es una edad clave para encauzar ese genio propio y rebelde hacia la generosidad, la aceptación y aprecio de los demás. Entonces enseñamos a nuestros hijos, a nuestros alumnos que lo que tenemos es como prestado. Somos los que lo usamos, los que disfrutamos de la compañía de alguien, pero realmente eso, ése no “es mío”. Damos ejemplo de que las cosas y las personas nos importan en su justa medida, de la responsabilidad que eso supone. Nos importan las necesidades y los sentimientos de los demás, sea quien sea.
Creamos así un yo abierto a todos, a todo, a todas las posibilidades. El físico Heisenberg formuló en 1927 el principio de la incertidumbre. Este referente científico nos abre a la necesidad de la creatividad y de la sorpresa. Nada futuro es seguro. Así que disfrutemos de la vida con la paz que nos aporta asumir la sabiduría de la incertidumbre. Esto no es fácil para un adulto, pero creo que es más fácil para un niño. Y la clave para enseñarles es usar pedagógicamente las sorpresas. Las sorpresas agradables dan alegría al que las da y al que las recibe. Para los niños pequeños es suficiente argumento que has querido hacer algo diferente y divertido. Y a partir de los cinco años debemos combatir los miedos. Si estamos atentos y los hablamos, esos miedos pueden desaparecer. Y también podemos enseñarles a actuar cada día sin esperar controlar el resultado de nuestras acciones. Es un reto.
ALFONSO ALCALDE

El compromiso solidario

Nuestro noveno valor importante es la solidaridad. Aparece, entre otros documentos, en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Con este valor, la especie humana ha alcanzado los más altos grados de civilización y desarrollo tecnológico a lo largo de la historia y ha logrado salir adelante.
La solidaridad consiste en mostrarse unido a otras personas o grupos, compartiendo sus intereses y sus necesidades. La solidaridad también es una virtud, que debe ser entendida como condición de la justicia, y como aquella medida que, a su vez, viene a compensar las insuficiencias de ésta.
El compromiso solidario nos une a los demás desde nuestro yo interior. Cuanto más conozcamos nuestro ser mayor será nuestra capacidad solidaria. Cuando descubrimos la maravilla de nuestra conciencia y de sus posibilidades, no podemos dejar de ejercitar esta alegría en beneficio de los demás. Hay que huir de la pereza y del conformismo, de las excusas que nos inventamos para no comprometernos, para no compartir, para no compadecer, para no reconocer los problemas ajenos, para no aceptarnos como seres de un mundo a la vez difícil y maravilloso. Así, superaremos las limitaciones de atender sólo las campañas y no hacer nada hasta la próxima catástrofe.
La solidaridad se aprende con el ejemplo y la práctica, desde pequeños. Los niños deben saberse parte de un grupo, de la familia, de la clase… de la sociedad. La empatía pone en lugar de los demás. En Primaria la autonomía y reflexión personal corrigen la insolidaridad. La comprensión crítica de la realidad social es necesaria para los adolescentes.
ALFONSO ALCALDE

El tesoro de la inocencia

El octavo valor importante para nuestra fundación es la inocencia y la naturalidad. La entendemos no como sinónimo de ingenuidad o estupidez, sino como la fuente del amor y el conocimiento. Es la virtud de estar en el aquí y ahora sin prejuicios. Es una actitud que no juzga. El inocente es espontaneo. Es un ser sano que vive sus instintos sin el apego al placer excesivo. Es un ser libre que disfruta de la dignidad de la vida. Sabe que la vida nunca es fija, que es incertidumbre. Sabe que el amor es más profundo que los hechos superficiales.
Curiosamente los niños tienen más desarrollado este tesoro y la mayoría lo va perdiendo conforme se hace mayor. ¡Qué pocos adolescentes quedan con inocencia! Entonces, podemos deducir que el problema está en una educación equivocada. La ruina nace del autoritarismo de los adultos. Esto es propio del patriarcado cultural que triunfó hace siglos. Los padres y profesores patriarcales se creen más listos y más poderosos. Tienen más experiencia, más dinero, más cosas. Hacen juicios de valor. Castigan. Establecen sus reglas del bien y el mal. No son inocentes.
Superar esta rémora cultural no significa pasar al extremo opuesto. Hay padres que apenas se ocupan de la educación de sus hijos. Unos padres con inocencia saben que pueden guiar a sus hijos, pero nunca controlarlos. Los educadores debemos estar abiertos a la persona que hay dentro de cada niño, a una persona que es diferente a ti, te pese lo que te pese. Aceptando esto, el flujo mutuo del amor aflora y crece de manera sorprendente. El diálogo, la empatía y la negociación son claves en esta nueva educación.
ALFONSO ALCALDE

Respeto y dignidad

Escribió Erich Fromm que el respeto no es miedo ni temor, que es la capacidad de ver a las personas tal cuales son, de ser conscientes de su carácter único como individuos. Hoy hay que darse cuenta de qué pocos son respetuosos. Esto es un fracaso social y educativo. Y no hablamos de un respeto temeroso al estilo tradicional ni de esa falsa igualdad que impone la ley del más fuerte, listillo o endiosado, entre otros sitios, en las escuelas.
Todas las personas tienen derecho a la vida, a su integridad física y psíquica, incluido uno mismo; las mujeres y los niños también. Y si vamos más allá, todos los seres, ya sean animales, vegetales, inertes, merecen respeto y cuidado. Sabemos que su esencia es la misma: átomos y energía. Hoy lo entendemos como ecología.
El respeto indica la ausencia de cualquier tipo de explotación y daño. Nadie debería de sufrir tratos inhumanos ni degradantes. Nadie debería de ser sometido a servidumbre, a realizar un trabajo forzado y obligatorio. Y entonces, ¿qué hacemos con algunos inmigrantes y con algunos estudiantes que no quieren estudiar?
Es beneficioso que las personas crezcan y se desarrollen a su manera, ejerciendo su libertad. Esta actitud proporciona la armonía y la paz. Desde la humildad, debemos saber y enseñar que no somos más que nada ni nadie, que los demás no son objetos ni seres que me interesan porque me sirven para algo.
Debemos enseñar desde pequeños que los errores son necesarios para aprender y que es útil aceptarlos. Nunca debemos exigir lo que no podemos dar. El respeto se gana con la escucha, el diálogo, el cariño, la claridad de los límites de la dignidad. Que nuestros hijos y alumnos acepten la diferencia de cada ser, la diversidad de cuerpos, de mentes, de culturas. Hay que derribarles el mito de la “normalidad”, la “igualación” y las culturas superiores. Es necesaria una educación intercultural.
ALFONSO ALCALDE

Sobriedad y sencillez

El hombre postmoderno occidental no se caracteriza por la sobriedad ni la sencillez. Hoy se cree que para tener éxito hay que alardear de los excesos, de los lujos, de la verborrea. La tele, los videojuegos suelen llamar al consumo, al lujo, al cambio de las modas, a la ostentación. Hay que tener cochazo, casa grande, mucha comida, mucha bebida, muchas chuches… Para muchos somos lo que tenemos, importa lo que aparentamos. Y, sin embargo, muchos no se sienten realmente felices así, sino ansiosos, intranquilos, depresivos. Algunos descubren que su vida está vacía. Es el primer paso para llegar a ser lo que realmente somos.
Mientras los mayores no descubramos la sobriedad y la importancia de una vida sencilla, no podremos enseñarlo a nuestros niños y jóvenes. La influencia del mundo de “matrix” es tan fuerte que si no se contrarresta en la familia y se enseña en la escuela, cuesta mucho escaparse de esta red. Y tampoco hace falta para esto irse a vivir a un convento. Sólo hay que tener una actitud de moderación, sin malgasto, sin preocupación mayor por lo material, con cuidado del cuerpo. Dar ejemplo al reciclar, cuidar de las cosas, conformarse con lo que tenemos, sin hincharnos, ayuda bastante. Saber hablar bien y en la justa medida, aunque parezca raro, es también fundamental. Acondiciona nuestra mente en la sobriedad. Promover entre los jóvenes un ocio sano sin alcohol es otro reto; pero hay que empezar desde que son pequeñitos, educando en la sobriedad; si no, actuaremos en muchos casos tarde. Y las consecuencias ya las conocen todos los fines de semana las urgencias de los hospitales.
ALFONSO ALCALDE

El valor del coraje

Dijo Alejandro Magno que la fortuna es de los valientes. El coraje es la valentía de los sabios.
Solemos tener miedo a la muerte; pero, en realidad, nos da miedo la vida. La ignorancia y la falta de madurez nos limitan. El coraje necesita el atrevimiento personal y supone el esfuerzo por conseguir superar nuestros defectos, nuestros miedos.
Y para llegar a reunir las fuerzas suficientes conviene la ayuda del afecto y el fomento de la autoestima. Ésta se aprende, cambia y la podemos mejorar a partir de los 5-6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros padres, maestros, compañeros, amigos, y las experiencias que vamos adquiriendo. Lo que hay que fomentar es la ausencia de los sentimientos negativos sobre la capacidad e inseguridad de nuestros alumnos, de nuestros hijos. Sin embargo, bastantes padres y madres no dejan que sus hijos se levanten solos, que afronten las dificultades. Prefieren calmar su dolor y su miedo, actuando por su hijo, haciendo lo que él debería hacer. Les quitan así la capacidad del coraje, la capacidad de la lucha personal contra las dificultades. Es la tentación de la sobreprotección, que tanta inmadurez y soberbia están provocando en la nueva generación de jóvenes.
El coraje autentico es aquel que procede de nuestras claras convicciones. Cuanto más valores positivos tenemos mayor es nuestra capacidad para ser consecuentes y variadas las oportunidades para actuar con valentía y sinceridad. Y no es coraje esa chulería irrespetuosa que ha aparecido en tantos hogares y tantas aulas. Esa es la cobardía de los ignorantes.
ALFONSO ALCALDE

Seamos justos

Todos aceptamos la justicia como un valor importante. Para nosotros es una virtud. Y de ella es fácil hablar, pero pensarla y actuar con ella es un reto diario cuya superación depende de nuestra sabiduría.
Solemos entender que la justicia depende principalmente de la razón y la inteligencia o del derecho. Entonces, si no eres razonable o eres tonto o no sigues las leyes no puedes ser justo. Sin embargo, cuántas injusticias proceden poderosos inteligentes o cuántas leyes encierran contradicciones éticas.
La justicia tiene más que ver con la ecuanimidad. Si nos atrevemos a no comparar, a no establecer diferencias, a no juzgar a los demás, empezaremos a ser realmente justos y ecuánimes. Aunque nos parezca mentira, un estado de aceptación abierto, es decir, no tener preferencia alguna, nos lleva a una felicidad estable frente a la que la mayoría prefiere hoy día: la satisfacción de los deseos. Muchos jóvenes y no tan jóvenes están empeñados en esa satisfacción, en consumir en exceso. Y engañan su conciencia. Son los nuevos caprichosos y maniáticos que prefieren, por poner un ejemplo, hincharse a beber alcohol a la intemperie a divertirse de forma sana.
Cuando ejercemos la justicia, que parte de la alegría de lo que a uno le toca en cada momento, sin quejas ni lamentos, entonces descubrimos una virtud que nos llena, que nos quita ese vacío que no puede llenar lo material. Elevamos nuestro nivel de conciencia y coherencia. Nos atrevemos a hacer frente a las injusticias, que suelen ser fruto de los pulsos de poder y del miedo. Esta justicia activa genera paz, armonía, amor. Sintámosla necesaria.
ALFONSO ALCALDE

Serenidad, humildad, autenticidad

Si entendemos que en el mundo todo es posible, que nuestro futuro depende mucho de nuestro pensamiento, que nuestros males son en gran medida fruto de nuestros miedos, empezaremos a sentir paz en nuestro interior, empezaremos a vivir nuestra serenidad. Dejaremos de tener una actitud intervencionista ante la vida, una existencia menos agitada. Abandonaremos el estrés. Tendremos entonces confianza en nosotros y en el mundo, fe en el futuro. Dedicaremos ratos para nuestra soledad, para escuchar nuestra respiración.
Si entendemos en su justa medida que somos seres humanos como todos los demás, que tenemos más o menos cualidades, pero también más o menos defectos, que nos equivocamos y que podemos mejorar cada día, entonces empezaremos a vivir la humildad. Descubriremos que somos seres magníficos, llenos de posibilidades, que no necesitamos compararnos con nadie y que en el presente tenemos unas limitaciones que conocemos y asumimos. Nos atrevemos a pedir y a hablar sobre nuestras carencias.
Nos pasamos la vida engañándonos a nosotros mismos y confundiendo a los demás. Desde pequeños nos hemos creado una máscara, un personaje de nosotros mismos principalmente por miedo a no cubrir las expectativas de los demás, empezando por las de nuestros padres. El día que nos quitamos nuestra máscara, somos auténticos. Entonces pensamos y actuamos en cada momento con sinceridad emocional. Entonces prestamos poca atención a nuestra imagen externa, no actuamos buscando reconocimiento, no somos compulsivamente serviciales. Tenemos la justa autoestima.
Mediten sobre ello y ayudemos a los jóvenes a descubrirlo.

Proyecto doce valores

Supongo que la mayoría o todos estaremos de acuerdo en la importancia de educar en valores. La dificultad viene a la hora de concretar el cómo y el qué. Nuestra fundación relaciona la educación ética con la educación de la razón y la conciencia. Sobre qué valores, lo racional es buscar valores universales que todo el mundo acepte como tales. Nosotros los planteamos desde la perspectiva de la superación personal y eso los convierte en virtudes. Como propuesta pedagógica concretamos doce valores-virtudes: amor, compasión, coraje, esfuerzo, honestidad, humildad, justicia, paciencia, perseverancia, respeto, responsabilidad, serenidad.

Una persona que consiga desarrollar estas doce virtudes sería una persona feliz y casi perfecta. Es posible serlo a lo largo del proceso de maduración vital. En la escuela y el hogar, si los profesores y los padres siguen este camino personal, pueden ayudar a sus alumnos y sus hijos a ser más, a ser virtuosos. Para algunos puede parecer un camino utópico. Es posible. Sin embargo, existe un atajo que defiende y enseña una fundación amiga: la Fundación Claudio Naranjo. El atajo consiste en la psicología milenaria de los eneatipos. Cada persona tiene una personalidad en la que uno de los nueve tipos es predominante y suele tener dos más secundarios. Ese carácter tipificado y descubierto en cada persona permite saber qué defectos y peligros de infelicidad tiene y qué virtud y oportunidad para la felicidad existen en su vida. El aprendizaje y desarrollo de esa virtud es el gran reto vital y la clave para la felicidad. Esto sirve para todos.

Valores y eneagrama

El aprendizaje de valores depende de una cultura de sabiduría. Esta exige un descubrimiento personal, su asimilación y su vivencia activa en nuestro ser y en el mundo que nos rodea.
En mi anterior artículo, comentaba que existe un atajo para nuestra mejora personal y es retarnos a vivir una virtud principal, según nuestro tipo psicológico del eneagrama. Repaso los tipos y su virtud:
1. Serenidad, 2. Humildad, 3. Autenticidad, honestidad, 4. Ecuanimidad, justicia, 5. Desapego, desprendimiento, 6. Coraje, 7. Sobriedad, sencillez, 8. Inocencia, 9. Implicación, compromiso. A estos valores virtuosos podemos añadir tres que los complementan: el respeto, la paciencia y el amor.
Es muy útil seguir unos principios de sabiduría. Sobre ellos existen varias propuestas. Nosotros destacamos dos que recogen la sabiduría ancestral. Deepak Chopra defiende siete leyes universales, que resume así: 1. Potencialidad pura: Todo es posible. 2. Entrega: Si quieres conseguir algo, antes entrégalo. 3. Kharma: Cuando tienes una oportunidad, puedes cambiar el futuro. 4. Mínimo esfuerzo: No digas no, fluye con la corriente. 5. Intención y deseo: Cada vez que tengas un deseo o un anhelo, planta una semilla. 6. Desapego: Alegra el día. 7. Dharma: Estás aquí por alguna razón.
Miguel Ruíz defiende cuatro acuerdos que nos pueden ayudar a ser felices y sabios. Son: impecabilidad en las palabras, no tomar nada personalmente, no hacer suposiciones, hacer siempre lo máximo.
Nuestra fundación está desarrollando materiales didácticos sobre esta sabiduría. Si quieres colaborar, escríbenos a fundacion@valoribus.org.

Pensamiento débil y educación de la razón

Hemos desembocado en un llamativo estado de pobreza interior. A la vista de los resultados, y porque todas nuestras acciones se basan en el pensamiento, partimos del supuesto de que no se piensa bien. Deducimos que comprendemos mal y que lo que se cosecha es consecuencia de este mal pensar. Vamos a desarrollar la tesis de que ‘si la vida general es un desastre, quizá sea porque no tenemos bien educada la razón, y a lo mejor por ello la utilizamos mal’. Ahora bien, si el gran problema social es a la postre un problema de pensamiento, será que también afecta a los profesores, bien como sujetos, bien como reto profesional, y por ende a la propia educación.
Sospechamos que en la Educación de la Razón pudiera radicar la base de la terapéutica educativa humana y el consecuente proceso radical de cambio. Es posible analizar algunas de sus causas y es posible esbozar una posible alternativa pedagógica de amplio espectro, no del todo identificable con la actual 'educación en valores'. El pensamiento débil es, desde nuestras investigaciones, la primera rama del pensamiento egocéntrico. La segunda es el pensamiento inmaduro.
Nuestro enfoque puede parecer inusual, pero el próximo Pisa seguirá estimando rendimientos instructivos y resultantes, pero no se detendrá en lo relativo a la raíz ni a la orientación de la formación o la Educación de la Razón. Es un buen momento para redefinir el enfoque que de la educación se tiene, para liberarla de todo sesgo parcial (político, religioso, nacionalista, etc.) y de favorecer su evolución desde el egocentrismo a la conciencia.
AGUSTÍN DE LA HERRÁN

Los valores de los docentes

La necesaria educación de la razón lleva a los docentes a elevar su propia educación continuamente. Cualquier reflexión que hagamos sobre la necesidad de educar en unos valores o en otros implica que el docente lleve incorporados los valores que quiere transmitir tanto en su práctica docente como en su filosofía de vida y en sus creencias. La transmisión auténtica entre seres humanos se produce por vía directa, de ser a ser. La palabra es tan sólo un apoyo para las acciones, las explican y justifican; sin acciones coherentes, las palabras pierden su poder y su fuerza. Esto supone reconocer que aquello en lo que creemos impregna lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. Y viceversa.
Lo que creemos de verdad tiene dos fuentes: el sistema cultural de creencias donde crecemos y la lectura que hagamos de las experiencias de vida. Ambas son modificables, pero el primer paso es saber en qué creemos. Vivir así la profesión docente nos lleva a la mejora personal y social. Personal porque nos conduce a la honestidad y a la humildad. Social porque nos conduce a una revisión constante de la lectura del mundo que nos habita y nos lleva al análisis. Ambas mejoras nos proporcionan sentido, direccionalidad y motivación. Lo que se propone es hacer un bucle en la mirada que damos cada día a nuestros alumnos. El bucle pasa por mirarnos primero, mirar el entorno donde habitamos y saber cómo y cuánto está condicionada la mirada que ofrecemos a los niños y jóvenes. Todo en un juego complejo de interacciones entre lo personal, lo profesional y lo social a través de un trabajo laborioso, silencioso y consciente.

Ética, universalidad y pedagogía

El hombre es y debe ser un homo ethicus. Defendemos, junto con pensadores como José Antonio Marina, que la culminación de la inteligencia es la ética, pese a que la mayoría piense en la ciencia para este pódium. Nuestro gran reto vital como seres es desarrollar unas virtudes personales y sociales que nos hagan evolucionar como especie. Y nos referimos a virtudes en su justo término ético laico, sin connotaciones religiosas. Son cualidades esenciales que puede desarrollar todo hombre y que le permiten ser y actuar en armonía consigo mismo, con los demás y el mundo.
Si la ética está en la esencia del hombre, hay que buscar una ética como especie, una ética universal que supere la parcialidad cultural y local. El camino es la interculturalidad. La universalidad es el horizonte de la moderna racionalidad. El hombre y la humanidad deben aspirar a ser más. La ética es el medio. Todas las tradiciones de sabiduría en el mundo defienden que el propósito de la vida es el ejercicio de las virtudes.
La educación es muy importante en el cultivo de las virtudes universales. Ayudar a desarrollar las virtudes en los demás es un reto pedagógico complejo y nada fácil. La crisis actual de valores es síntoma de que a bastantes padres y profesores les falta suficiente sabiduría y conciencia de sus virtudes. Es difícil enseñar lo que no se vive, lo que no se es. Existen varias metodologías humanistas que enlazan la pedagogía con la psicoterapia. En este camino están el Proyecto Virtudes, la Fundación Claudio Naranjo y la organización Valores para Vivir. Nuestra fundación anda por aquí.