Si entendemos que en el mundo todo es posible, que nuestro futuro depende mucho de nuestro pensamiento, que nuestros males son en gran medida fruto de nuestros miedos, empezaremos a sentir paz en nuestro interior, empezaremos a vivir nuestra serenidad. Dejaremos de tener una actitud intervencionista ante la vida, una existencia menos agitada. Abandonaremos el estrés. Tendremos entonces confianza en nosotros y en el mundo, fe en el futuro. Dedicaremos ratos para nuestra soledad, para escuchar nuestra respiración.
Si entendemos en su justa medida que somos seres humanos como todos los demás, que tenemos más o menos cualidades, pero también más o menos defectos, que nos equivocamos y que podemos mejorar cada día, entonces empezaremos a vivir la humildad. Descubriremos que somos seres magníficos, llenos de posibilidades, que no necesitamos compararnos con nadie y que en el presente tenemos unas limitaciones que conocemos y asumimos. Nos atrevemos a pedir y a hablar sobre nuestras carencias.
Nos pasamos la vida engañándonos a nosotros mismos y confundiendo a los demás. Desde pequeños nos hemos creado una máscara, un personaje de nosotros mismos principalmente por miedo a no cubrir las expectativas de los demás, empezando por las de nuestros padres. El día que nos quitamos nuestra máscara, somos auténticos. Entonces pensamos y actuamos en cada momento con sinceridad emocional. Entonces prestamos poca atención a nuestra imagen externa, no actuamos buscando reconocimiento, no somos compulsivamente serviciales. Tenemos la justa autoestima.
Mediten sobre ello y ayudemos a los jóvenes a descubrirlo.
0 comentarios:
Publicar un comentario