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viernes, 26 de diciembre de 2008

El tesoro de la inocencia

El octavo valor importante para nuestra fundación es la inocencia y la naturalidad. La entendemos no como sinónimo de ingenuidad o estupidez, sino como la fuente del amor y el conocimiento. Es la virtud de estar en el aquí y ahora sin prejuicios. Es una actitud que no juzga. El inocente es espontaneo. Es un ser sano que vive sus instintos sin el apego al placer excesivo. Es un ser libre que disfruta de la dignidad de la vida. Sabe que la vida nunca es fija, que es incertidumbre. Sabe que el amor es más profundo que los hechos superficiales.
Curiosamente los niños tienen más desarrollado este tesoro y la mayoría lo va perdiendo conforme se hace mayor. ¡Qué pocos adolescentes quedan con inocencia! Entonces, podemos deducir que el problema está en una educación equivocada. La ruina nace del autoritarismo de los adultos. Esto es propio del patriarcado cultural que triunfó hace siglos. Los padres y profesores patriarcales se creen más listos y más poderosos. Tienen más experiencia, más dinero, más cosas. Hacen juicios de valor. Castigan. Establecen sus reglas del bien y el mal. No son inocentes.
Superar esta rémora cultural no significa pasar al extremo opuesto. Hay padres que apenas se ocupan de la educación de sus hijos. Unos padres con inocencia saben que pueden guiar a sus hijos, pero nunca controlarlos. Los educadores debemos estar abiertos a la persona que hay dentro de cada niño, a una persona que es diferente a ti, te pese lo que te pese. Aceptando esto, el flujo mutuo del amor aflora y crece de manera sorprendente. El diálogo, la empatía y la negociación son claves en esta nueva educación.
ALFONSO ALCALDE

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